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Domund 2014 × Mensaje Jornada Mundial de las Misiones 2014
El Papa Francisco acaba de hacer público el Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2014 que la Iglesia celebrará el próximo 19 de octubre: DOMUND
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy en día todavía hay mucha gente que no conoce a Jesucristo. Por eso es tan urgente la misión ad gentes, en la que todos los miembros de la Iglesia están llamados a participar, ya que la Iglesia es misionera por naturaleza: la Iglesia ha nacido “en salida”. La Jornada Mundial de las Misiones es un momento privilegiado en el que los fieles de los diferentes continentes se comprometen con oraciones y gestos concretos de solidaridad para ayudar a las Iglesias jóvenes en los territorios de misión. Se trata de una celebración de gracia y de alegría. De gracia, porque el Espíritu Santo, mandado por el Padre, ofrece sabiduría y fortaleza a aquellos que son dóciles a su acción. De alegría, porque Jesucristo, Hijo del Padre, enviado para evangelizar el mundo, sostiene y acompaña nuestra obra misionera. Precisamente sobre la alegría de Jesús y de los discípulos misioneros quisiera ofrecer una imagen bíblica, que encontramos en el Evangelio de Lucas (10, 21-23).
1. El evangelista cuenta que el Señor envió a los setenta discípulos, de dos en dos, a las ciudades y pueblos, a proclamar que el Reino de Dios había llegado, y a preparar a los hombres al encuentro con Jesús. Después de cumplir con esta misión de anuncio, los discípulos volvieron llenos de alegría: la alegría es un tema dominante de esta primera e inolvidable experiencia misionera. El Maestro Divino les dijo: «No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo. En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: “Te doy gracias, Padre” (…). Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis!”» (Lc 10, 20-21.23).
Son tres las escenas que presenta Lucas. Primero, Jesús habla a sus discípulos, y luego se vuelve hacia el Padre, y de nuevo comienza a hablar con ellos. Jesús quiere hacer partícipes a los discípulos de su alegría, que es diferente y superior a la que ellos habían experimentado.
2. Los discípulos estaban llenos de alegría, entusiasmados con el poder de liberar a las personas de los demonios. Sin embargo, Jesús les advierte que no se alegren tanto por el poder recibido, cuanto por el amor recibido: «porque vuestros nombres están escritos en el cielo» (Lc 10, 20). A ellos se les ha concedido la experiencia del amor de Dios, e incluso la posibilidad de compartirlo. Y esta experiencia de los discípulos es motivo de gozosa gratitud del corazón de Jesús. Lucas ha captado este júbilo en una perspectiva de comunión trinitaria: «Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo» dirigiéndose al Padre y alabándolo. Este momento de íntima alegría brota de lo más profundo de Jesús como Hijo hacia su Padre, Señor del cielo y de la tierra, el cual ha ocultado estas cosas a sabios y entendidos, y se las ha revelado a los pequeños (Lc 10, 21). Dios ha escondido y revelado y, en esta oración de alabanza, se pone de relieve, sobre todo, lo revelado. ¿Qué es lo que Dios ha revelado y ocultado? Los misterios de su Reino, el afirmarse del señorío divino en Jesús y la victoria sobre Satanás.
Dios ha escondido todo esto a aquellos que están demasiado llenos de sí y pretenden saberlo ya todo. Están como cegados por su propia presunción y no dejan espacio a Dios. Uno puede pensar fácilmente en algunos de los contemporáneos de Jesús a los que Él mismo advirtió en varias ocasiones, pero se trata de un peligro que siempre ha existido, y que nos afecta también a nosotros. En cambio, los “pequeños” son los humildes, los sencillos, los pobres, los marginados, los sin voz, los que están cansados y oprimidos, a los que Jesús ha llamado “benditos”. Se puede pensar fácilmente en María, en José, en los pescadores de Galilea, y en los discípulos llamados a lo largo del camino, en el curso de su predicación.
3. «Sí, Padre, porque así te ha parecido bien » (Lc 10, 21). La expresión de Jesús debe entenderse con referencia a su júbilo interior, donde la benevolencia indica un plan salvífico y benevolente del Padre hacia los hombres. En el contexto de esta bondad divina Jesús se regocija, porque el Padre ha decidido amar a los hombres con el mismo amor que Él tiene por el Hijo. Además, Lucas nos recuerda el júbilo similar de María, «Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador» (Lc 1, 46-47). Se trata de la buena Noticia que conduce a la salvación. María, llevando en su vientre a Jesús, el Evangelizador por excelencia, al encontrarse con Isabel, exulta de gozo en el Espíritu Santo, cantando el Magnificat. Jesús, al ver el éxito de la misión de sus discípulos y, por tanto, su alegría, se regocija en el Espíritu Santo y se dirige a su Padre en oración. En ambos casos, se trata de una alegría por la salvación que tiene lugar, porque el amor con el que el Padre ama al Hijo llega hasta nosotros y, por obra del Espíritu Santo, nos envuelve, nos hace entrar en la vida de la Trinidad.
El Padre es la fuente de la alegría. El Hijo, su manifestación, y el Espíritu Santo, su animador. Inmediatamente después de alabar al Padre, como dice el evangelista Mateo, Jesús nos invita: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mt 11,28-30). «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría» (Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 1).
De este encuentro con Jesús, la Virgen María ha tenido una experiencia completamente singular y se ha convertido en “causa nostrae laetitiae”. Y los discípulos han recibido la llamada a estar con Jesús y a ser enviados por Él a predicar el Evangelio (Mc 3, 14), y así se ven colmados de alegría. ¿Por qué no entramos también nosotros en este río de alegría?
4. «El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada» (Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 2). Por lo tanto, la humanidad tiene una gran necesidad de alcanzar la salvación que nos ha traído Cristo. Los discípulos son aquellos que se dejan aferrar cada vez más por el amor de Jesús y marcar por el fuego de la pasión por el Reino de Dios, para ser portadores de la alegría del Evangelio. Todos los discípulos del Señor están llamados a cultivar la alegría de la evangelización. Los obispos, como principales responsables del anuncio, tienen la tarea de promover la unidad de la Iglesia local en el compromiso misionero, teniendo en cuenta que la alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en la preocupación de anunciarlo en los lugares más distantes, como en una salida constante hacia las periferias del propio territorio, donde hay más personas pobres en espera.
En muchas regiones escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. A menudo esto se debe a la ausencia en las comunidades de un fervor apostólico contagioso, por lo que les falta entusiasmo y no despiertan ningún atractivo. La alegría del Evangelio nace del encuentro con Cristo y del compartir con los pobres. Animo, por tanto, a las comunidades parroquiales, asociaciones y grupos a vivir una vida fraterna intensa, fundada en el amor a Jesús y atenta a las necesidades de los más desfavorecidos. Donde hay alegría, fervor, deseo de llevar a Cristo a los demás, surgen las verdaderas vocaciones. Entre éstas no deben olvidarse las vocaciones laicales a la misión. Hace tiempo que ha crecido la conciencia de la identidad y de la misión de los fieles laicos en la Iglesia, así como la sensibilización de que ellos están llamados a desempeñar un papel cada vez más importante en la difusión del Evangelio. Por eso es importante una formación adecuada, en vista de una acción apostólica eficaz.
5. «Dios ama al que da con alegría» (2 Cor 9, 7). La Jornada Mundial de las Misiones es también un momento para reavivar el deseo y el deber moral de la participación gozosa en la misión ad gentes. La contribución económica personal es el signo de una oblación de sí mismos, en primer lugar al Señor y luego a los hermanos, para que la propia ofrenda material se convierta en un instrumento de evangelización de una humanidad que se construye sobre el amor.
Queridos hermanos y hermanas, en esta Jornada Mundial de las Misiones mi pensamiento se dirige a todas las Iglesias locales. “¡No nos dejemos robar la alegría evangelizadora!” (Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 83). Os invito a sumergiros en la alegría del Evangelio y a alimentar un amor capaz de iluminar vuestra vocación y vuestra misión. Os exhorto a recordar, como en una peregrinación interior, el “primer amor” con el que el Señor Jesucristo ha caldeado el corazón de cada uno, no por un sentimiento de nostalgia, sino para perseverar en la alegría. El discípulo del Señor persevera en la alegría cuando está con Él, cuando hace su voluntad, cuando comparte la fe, la esperanza y la caridad evangélica.
A María, modelo de evangelización humilde y alegre, dirigimos nuestra oración, para que la Iglesia, casa de puertas abiertas, se convierta en un hogar para muchos, una madre para todos los pueblos y haga posible el nacimiento de un nuevo mundo.
Vaticano, 8 de junio de 2014, Solemnidad de Pentecostés
FRANCISCO
Papa Francisco
“Muchas gracias a todos los misioneros, hombres y mujeres que trabajan tanto y sin hacer ruido por el Señor y por los hermanos”.
Es el tweet del Papa Francisco ayer. Una agradecimiento que ya expresaba el Papa en su mensaje para el Domund de este año cuando decía: “Quisiera animar a todos a ser portadores de la buena noticia de Cristo, y estoy agradecido especialmente a los misioneros y misioneras, a los presbíteros Fidei donum, a los religiosos y religiosas y a los fieles laicos –cada vez más numerosos– que, acogiendo la llamada del Señor, dejan su patria para servir al Evangelio en tierras y culturas diferentes de las suyas”.
Desde Misión
El sacerdote diocesano de Burgos, Jorge López, agradece el apoyo económico que damos a los misioneros. Gracias a él, los niños y jóvenes de la Diócesis de Solwezi, en Zambia, pueden acceder a la Biblia a “una kwacha”, en sus propias lenguas locales. Este sacerdote nos da las gracias también por “ayudar a sostener el don de la vocación misionera”
Me llamo Jorge, soy burgalés, pertenezco al IEME y soy sacerdote desde hace 16 años. Llegué a Zambia en septiembre del 2012. En este tiempo he estado conociendo la diócesis de Solwezi, aprendiendo una de las lenguas locales y desde hace escasos dos meses estoy en la parroquia Holy Trinity.
En este tiempo me ido encontrando con muchos misioneros y misioneras, la mayoría han dejado toda su vida en Zambia. Ellos, con estas comunidades cristianas, han construido sencillas capillas, escuelas, clínicas o granjas. Ellos han puesto su grano de arena en la formación de catequistas y de animadores de la fe, han apoyado la formación de laicos. El Evangelio se comunica y se extiende en una Zambia, que goza ahora de una estabilidad social y que lucha por mejorar y ampliar los servicios básicos a toda la población, especialmente al mundo rural.
Es de agradecer como niños y jóvenes se pueden acercar a la Biblia en sus lenguas locales. Estas Biblias se ofrecen a una “kwacha” gracias al apoyo económico que viene desde otras Iglesias diocesanas. Vuestra oración y vuestro compartir económico abren caminos y sendas en este país, como en otros territorios de misión. Gracias de corazón.
Desde Mufumbwe os envío un caluroso abrazo, os hago llegar la alegría y vitalidad de estas gentes y comunidades, y os agradezco vuestro apoyo, oración y cercanía.
Gracias por ayudarnos a sostener este don de la vocación misionera. Os pido que apoyéis a los nuevos misioneros que están en este momento en su etapa de discernimiento y que vuestras comunidades sean verdaderamente misioneras.
Desde Misión
El Domund ha pasado pero nos siguen llegando mensajes de nuestros misioneros. Mª Luz Cereijo Varela es una misionera Mercedaria de la Caridad , que está en México, desde allí nos da las gracias por el apoyo que reciben desde España con la oración y las ayudas económicas.
Gracias por acordarte de mí y de tantos hermanos y hermanas, que lejos de la tierra que nos vio nacer compartimos vida y fe con otras personas.
Gracias, porque sé que estamos presentes en vuestra oración, en la oración de toda la Iglesia , esa es mi fortaleza en esta misión que, aunque gratificante también tiene sus dificultades.
Pero yo doy gracias sobre todo a Dios que, un día se fijó en mí y me invitó a esta experiencia. Sí, es verdad que dejé atrás familia, amigos, trabajo, un apostolado en el que me sentía realizada y ... Pero no perdí a nadie, al revés me encontré en una realidad diferente realidad y muy rica, sorprendente, nueva cada día en la que crecía mi fe y mi amor.
Me encontré con otras pobrezas que me enriquecieron, comprendí lo de “La mies es mucha y pocos los operarios”.
Cada día siento la presencia de Dios que me dinamiza, que rejuvenece mí vida y la llena de esperanza ante una tarea inmensa, y pienso ¿No habrá quien escuche la invitación de Jesús?, ¿no se darán cuenta de lo feliz que se puede ser en esta misión?
¡Cuánto hay que dar! Pero nunca nos quedamos vacías. ¡VEN Y VERÁS!
Desde Misión
Eulalia Giraldo López es una misionera laica del Camino Neocatecumenal en Costa de Marfil. Después de muchos años, ha recordado que de pequeña le pedía a la Virgen ser misionera. Cuando le dicen que es una valiente por ser misionera en África se ríe por dentro, recordando que es “muy miedosa”
Me acuerdo que me por el miedo no me montaba en la noria en la feria y otras muchas cosas... por eso estoy contenta sabiendo que esta "valentía" viene de Cristo, que elige a veces a los débiles para manifestar su fuerza. Voy a Costa de Marfil sabiendo que si Él me ha llamado y me ha enviado, su Iglesia no me abandonará. La promesa que me hizo la Iglesia de tener en mí el Amor de Cristo ha sido tan importante y ha transformado tanto mi vida, que me ha llevado a decir sí a la llamada de vivir mirando al cielo y llevando este anuncio a cualquier parte del mundo.
Dice san Pablo que en el Cuerpo de Cristo todos los miembros son necesarios y tienen una función. A mí me parece que me ha tocado ser los pies que van lejos pero cuento con los otros miembros que rezan por mí y con los que de su trabajo y sus bienes colaboran conmigo en la Evangelización.
En momentos de dificultad he experimentado esa brisa suave que son las oraciones de los hermanos y he pensado... "alguien está rezando hoy por mí", supongo que en el cielo sabré quién era.
Cuando llega la hora de marcharme a la misión y mi madre se pone triste, le digo que ella viene conmigo con sus oraciones y participa de todas las bendiciones de la evangelización.
Desde hace 20 años que dejé mi trabajo de profesora siguiendo la llamada de Jesús ¡Cuántos billetes de avión, autobuses, hasta un coche....casas, comidas, vestido...; no me ha faltado nunca lo necesario y hasta con abundancia (a veces). Dios provee siempre a través de los hermanos, unos conocidos y otros desconocidos. En la vida cotidiana soy corriente, sin nada de extraordinario, pero en allí en el fondo yo sé que tengo un tesoro, un tesoro a repartir.